Estás a mitad de temporada y puede que ya hayas tenido algún partido o competición importante. Sales al campo, a la pista con una idea en la mente: «Tengo que demostrar lo que valgo». Quieres impresionar al entrenador o justificar por qué mereces ese puesto. Sin embargo, en lugar de jugar mejor, te sientes tenso, tomas malas decisiones y cometes errores que normalmente no haces en los entrenos.
¿Te suena esto?
Es un escenario típico que vemos a menudo en las sesiones. Muchos deportistas creen que la presión externa es la causante, pero muchas veces gran parte de esa ansiedad en el deporte nace de un error de enfoque: poner la atención en impresionar en lugar de en jugar.
El foco que te lastra: La trampa de querer demostrar
Cuando tu objetivo principal es «que vean lo bueno que soy», estás poniendo tu foco de atención en factores externos que no puedes controlar (la opinión de los demás). Esto genera incertidumbre. Y la incertidumbre es gasolina para la ansiedad en el deporte.
Este desvío de atención provoca nervios y dudas. Al centrarte en el resultado final («que me aplaudan» o «que me feliciten») y no en el proceso («cómo hago el pase» o «cómo me posiciono»), tu cerebro percibe la situación como una amenaza.
Aquí es donde entra en juego el nivel de activación. Como explicamos desde la psicología deportiva, la activación es el estado de alerta necesario para procesar la información. Sin embargo, el deseo desmedido de impresionar suele disparar esta alerta más allá de lo necesario. Si experimentas un exceso de activación, tu foco de atención se reduce (efecto túnel), lo que provoca que pierdas la capacidad de atender a todos los detalles del juego.
Básicamente, por intentar verlo todo y gustar a todos, terminas por no ver lo importante.
Del miedo a la confianza: Enfócate en tus fortalezas
Para combatir esta ansiedad en el deporte, la clave está en cambiar la dirección de tu foco. Debes pasar de intentar «no fallar para impresionar» a concentrarte en tus puntos fuertes y en el proceso.
Cuando te concentras en ti mismo y en lo que sabes hacer bien, tu juego empieza a fluir con seguridad. Esto ocurre porque estás ajustando tus expectativas y recuperando la sensación de control.
Para lograr ese estado óptimo de rendimiento, o flow, donde disfrutas y rindes al máximo, necesitas herramientas prácticas. Aquí te dejo dos estrategias para corregir el rumbo:
1. Cambia tu autodiálogo El estrés es una respuesta necesaria para competir, pero debe gestionarse. Si te dices a ti mismo «tengo que demostrarlo ahora», aumentas la presión. Cambia ese pensamiento por instrucciones técnicas sobre tus fortalezas: «Soy rápido, céntrate en la arrancada» o «Tengo buena visión, busca el pase seguro».
2. Regula tu activación con la respiración Si notas que la ansiedad te supera antes de empezar (corazón acelerado, pensamientos rápidos), usa la regla del autocontrol de la respiración. Para rebajar la activación excesiva, intenta expirar el doble de tiempo que inspiras (por ejemplo: inspira en 2 segundos, expira en 4). Esto envía una señal de calma a tu cerebro y te permite reenfocar.
Conclusión
La ansiedad en el deporte suele ser el resultado de olvidar quién eres como deportista por intentar ser lo que crees que otros quieren ver.
Recuerda: Es clave para tu autoconfianza saber dónde estás poniendo tu concentración. No salgas a impresionar, sal a hacer lo que mejor sabes hacer. Tu talento ya está ahí; solo necesitas calma para dejarlo salir.